miércoles, 23 de marzo de 2011

DESARROLLO DEL DISCURSO ORAL EN LOS NIÑOS Y NIÑAS

La oralidad es una  habilidad natural exclusiva del ser humano que le permite comunicar desde su interior a través del uso de la voz, su individualidad, sentir y pensar para alcanzar y afectar a otros.
Bruner (1995) es uno de los primeros investigadores del desarrollo humano que, influenciado por los estudios realizados por Vigotsky, propone que la lengua oral se arpende mediante  la socialización del individuo con el entorno en situaciones concretas.
En 1986, a través de sus estudios sobre la intencionalidad del lenguaje en los niños, mostró que a pocas horas de nacidos los bebés descubren la intencionalidad de las expresiones verbales. Durante esas primeras horas, dice, “los bebés miran la boca de la madre que emite sonidos, esa asociación entre movimientos y sonidos se vuelve objeto de su interés. Presta mucha atención a esas relaciones, entre la fonética de la lengua y el aparato fonatorio. Horas más tarde, los bebés ya no sólo observan la boca de la madre al emitir sonidos, observan los ojos de la madre, nota que su mirada se dirige a algo, a aquello que nombra. El bebé descubre que en algunos momentos las palabras se refieren a él, pues es mirado, y en otros se refiere a otros: otra persona, un objeto, aparece la función referencial del lenguaje.”

Monfort y Juárez en El Niño que Habla (1995: 25), comentan que la adquisición del lenguaje  se da a partir de la relación del individuo con su entorno, interactuando con los otros, en especial con su madre y adultos que le rodean, quienes le enseñan a hablar sin seguir un método prediseñado conscientemente para hablar con él.
Existen opiniones de otros autores quienes consideran que es posible la adquisición de la lengua oral como  habilidad innata del ser humano.

Los aprendizajes del ser humano se producen en un medio físico y social que emite todo tipo de información. El aprendizaje de la lengua oral es, sin duda, entre todos, el de mayor importancia, que nadie enseña específicamente y, sin embargo, se aprende aunque sin demasiada conciencia de las reglas que la hacen funcionar. De ahí surge el dilema tantas veces tratado de saber si se aprende por pura imitación o se adquiere como resultado de una capacidad innata de los humanos. Romea Castro (1991: 40)
De igual manera, la doctora Natalia Calderón (2004:7), especialista en el desarrollo del lenguaje oral, afirma que el lenguaje se aprende a través de un proceso inconsciente, en el cual se va construyendo naturalmente su funcionalidad a medida que el individuo interactúa con los sujetos y objetos de su entorno.

Así mismo, Rebeca Barriga (2002:17) habla del desarrollo del lenguaje infantil como “un fascinante proceso hecho de la construcción de un complejo sistema de signos, símbolos y acciones, en el que el actor principal es el niño, dentro de un escenario no menos complejo: el mundo social que lo rodea”.
Dicho proceso da inicio con los primeros balbuceos del bebé y continúa a lo largo de la vida. Es así como durante estos primeros años el niño atraviesa por varias etapas que se diferencian por sus características, pero que poseen una en común: la necesidad de interactuar con su entorno. La calidad de dicha interacción es la base de la construcción que el niño está elaborando para comunicarse.

Es más importante saber escuchar y contestar  adecuadamente al niño que realizar muchos intentos de enseñarle contenidos .Monfort y Juárez (2004:30).

 
Según Barriga, (2002:31)  cada una de estas etapas hace parte de un movimiento fluctuante en el que las nuevas adquisiciones se integran con las anteriores, en el contacto con el mundo social, el niño va enriqueciendo su vocabulario, y además, va complejizando las estructuras. Poco a poco, aprende a construir significados, dándoles varios sentidos hasta llegar a comprender lo metafórico, abstracto e irónico. Paulatinamente logrará ir más allá de su experiencia individual para participar en su entorno con los símbolos establecidos socialmente. Además, será capaz de utilizar y acomodar su lenguaje en diversas situaciones comunicativas.
De lo anterior se puede concluir que el desarrollo de la oralidad de los niños se da de manera natural, gracias a la interacción de éste con el mundo que lo rodea, el cual a su vez juega un papel tan importante dentro de este proceso que de él depende la  riqueza que tenga el niño en su oralidad.

 Para hablar, más que aprender deliberadamente, hay que madurar en las circunstancias apropiadas: del mismo modo que madura el bebé y aprende a distinguir figuras, ruidos y sonidos, va desarrollando su capacidad lingüística con los datos de la lengua que se usa en su entorno. (Garrido Medina, 1994: 49).

No hay comentarios:

Publicar un comentario